Del sueño a la Realidad...

Sueño que me despierto, veo las nubes detrás de los árboles, me levanto y atentamente observo el rostro reflejado en el espejo... preguntándome quién es la que está durmiendo.

martes, 28 de febrero de 2012

APRENDIENDO A EQUIVOCARME



Tengo frio, el termostato digital de este hotel de lujo no me deja subir más de tres grados por encima de los 21 estipulados, pero yo siento el frio pegado a los talones y me trepa por la noche hasta las cejas. 

Mentiría si dijese que he tratado de dormir, mentiría si dijera que he abierto el libro que olvidé meter en la maleta, mentiría también si llegase siquiera a insinuar que no sé de donde proviene el temblor que atrapa mi escalofrío noctambulo.

Suele ocurrir cada cierto tiempo, es un circuito impredecible pero tan próximo como mi propio latido. Me hace estremecer, es una mezcla de frustrada alegría que nunca acabo de combatir.  Intento renacer cada segundo, con la firme convicción de dejar atrás lo baldío y lo infructífero, pero una especie de estela asociada me confina a una prisión de inercias y espejismos. Intento ser de nuevo, conociendo sobradamente cuales son mis tretas resabiadas, caigo a pesar  de las alertas en las lagunas intencionales, entonces de nuevo me acerco al principio, repitiendo el mismo bucle cual tirabuzón estirado, con un poco más de espacio cada onda que desliza el rizo.

Me siento más cerca que nunca del vacío y la simple visión del precipicio me eleva por mis evanescencias a una paz que reconozco cada vez más mía, y digo mía en el más amplio sentido posesivo que pueda imaginar, porque la paz y la armonía son como la propia anatomía, de rasgos comunes y exquisitamente irrebatibles, desde lo obvio hasta lo rebuscado de una simple huella digital.

Aún así siento frío, el frío de lo impersonal, el frio del relleno que no acaba de cubrirme por completo, el frio desnudo de las blancas paredes sobre el metal, pretendiendo infundir a la apariencia un lujo desarmado de calidez.

En realidad no se me ha perdido nada en esta tierra húmeda y extraña donde la soledad muerde los bordes de estas sábanas de alquiler y las ventanas de la habitación dan a un patio de luces donde no llega el sol.

Puede que  sea por esta arbitraria contrariedad que finalmente desista de buscar sentido a lo razonable e incluso por la misma razón el frío consiga vencerme a pesar de mi tozudo empeño en no ceder lo cálido al desamparo.

Quizás es el momento y la temperatura perfecta para empezar a  reconocer el valor de los obstáculos y otorgarle el debido mérito a los contratiempos que a lo largo del camino van sucediéndose, como yo me sucedo a mi misma a pesar del frío que llevo calado a los tuétanos.

¡Al final quizás a través de la fuerza del perdón haya aprendido a equivocarme! 

1 comentario:

  1. quizas.
    pero.....como puedes saberte segura de estar en lo cierto?

    o tal vez sea el bucle ese que siempre te hace dar vueltas sobre lo mismo....quizas.

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