Del sueño a la Realidad...

Sueño que me despierto, veo las nubes detrás de los árboles, me levanto y atentamente observo el rostro reflejado en el espejo... preguntándome quién es la que está durmiendo.

lunes, 26 de noviembre de 2012

EL TIEMPO NO ES NADA Y A LA VEZ ES LO ÚNICO QUE REALMENTE POSEO.



El tiempo es la velocidad a la que desaparece el pasado. 
Las memorias resucitan brevemente los mundos perdidos.
El tiempo es lo que impide que toda la historia ocurra de golpe. 
El presente es lo único  que importa.
El ahora es un ejercicio de felicidad.

domingo, 18 de noviembre de 2012

EL OJO DEL HURACAN




En un momento llegó, presagió su entrada arrasadora tan solo con un estruendoso rugido, y todo empezó a saltar por los aires. Un remolino de caos alborotó el espacio entero, arriba y abajo se esparcía todo cuanto con tanto esmero he labrado en estos años: la templanza, el aprecio, el tesón, la fuerza, el entusiasmo, la alegría, la paciencia, el amor, la alianza, la correspondencia… todo. Lo humano y lo divino se agarraban de los brazos con tanta fuerza que me provocaba terror. Todo a mi alrededor se arremolinaba tan velozmente que me provocaba mareo, angustia, un terrible vértigo. Perdí por un segundo la noción del tiempo y de la gravedad y después de ese segundo… nada, el vacío. 

El vacío que inunda el medio del ojo de huracán, aquí no hay nada. Nada queda de mi. Aquí no hay aire, no puedo respirar, no puedo respirar! Un vacío intenso penetra en mis pulmones y me congela el aliento, me duele el pecho, el esternón, las costillas, las clavículas… intento aspirar en vano, abro la boca y el vacío constriñe mis vías respiratorias vaciándome por entero. 

El terror es lo único que aún puedo reconocer, todo lo demás es caos, todo lo demás está más allá del remolino. Se congelan mis párpados y una lágrima furtiva que rodaba estalla en hielo. 

En un segundo la vida entera se ha detenido, el tiempo se ha paralizado, sin aire, sin ser… ¿qué queda?  

El zumbido atronador ha dejado paso a un silencio tenebroso, los pensamientos mutilados son sangre putrefacta, desechos carnívoros de recuerdos equivocados. 

Todo se ha precipitado ante si mismo, ¿qué queda? ¿qué queda en mi? ¿Qué soy ahora, cuando ya no hay vida, cuando todo cuanto soy y lo que tengo ha volado estallando en mil pedazos y no queda ya nada que dar, ni aire, ni aliento? 

Estoy presa de las tinieblas, las cavernosas grutas del infierno han penetrado en mis entrañas royendo mis huesos, la angustia consuela el vacío de mi soledad. 

Lo que no di, lo que no viví, lo que no entregué, lo que no entendí y lo que no moví recitan salmos mortuorios y reclaman venganza con espuelas sobre corceles negros que fustigan mi espalda quebrada.  

El amor que habitaba en mi se ha deshecho, ha huido el muy cobarde reconociéndose en ultima instancia, sabiéndose impostor y necio. Y viéndolo partir entiendo tarde que el amor no mora jamás en la soledad, pero ese impostor ha salido corriendo en mala hora, pues entonando un crujido seco se ha partido en dos a medio camino, como mi voluntad. Ya no resisto más! 

No hay tiempo, aquí el vacío es penumbra y desierto. No hay vida, el sentido es como un escalofrío que recorre una corriente invertida de ocasiones perdidas, y un lamento quejoso y eterno se esconde muy vagamente más allá de mi pretenciosa rotura. 

Más allá del caos, el sentido y mi alma perdida se apagan, su tenue luz apenas se distingue como una llamita que parpadea entre la herrumbre y la ceniza. ¿qué queda aún? ¿por qué no muero? ¿por qué no se acaba esta tortura insoportable? No hay un solo agujero que perfore este vacío que atrona en silencio. Si no hay aire, ni ser, ni nada! ¿Qué queda? ¿QUÉ QUEDA? Grito en silencio y nada me contesta. Nada es. 

No hay piedad para la angustia, la angustia y el dolor se apoderan de mis tripas, ruge el sendero agotador de mi sufrimiento como maderas retorcidas en un torno implacable, y yo sigo aplastada sin vida y sin muerte en este punto. 

No hay salida, ¡lo siento! ¡no puedo! me rindo, no puedo vivir sin aire, no puedo vivir sin ti! 

Ahora si. 

Ahora entiendo, ahora sé, ahora siento y nada importa ya. Porque consigo ver tu rostro en mi memoria y en el mar de tus ojos descubro mi destino. Sé que esto pasará, ya no siento nada, no hay miedo, no hay muerte, ni vida, no queda aire… pero tu luz se ha posado junto a la mía y juntas forman una sola luz brillante, cristalina y cálida. Es lo único queda tras del terror y la muerte, más allá del dolor y la angustia, más allá de lo soportable y lo insoportable, más allá aún del más allá, está la Luz, nuestra Luz. Lo sé, ahora sólo ella puedo ver, no hay más, nada más hay. Al final … Confío.

sábado, 17 de noviembre de 2012

RELATIVO.



Hoy el día ha amanecido con un cielo encapotado, una masa gris y difusa dibuja un horizonte metálico, la luz es fría y el despertar ha sido anodino.

El otoño está agarrando con fuerza, el frío se aproxima y la tierra se apelmaza y se endurece. Todo revierte su energía y yo... yo también;  esta mañana he visto varias de mis hojas caídas, mi rostro cubierto de escarcha y mis manos entumecidas.

La energía está invertida, va hacia adentro. Lo observo y lo noto. La savia, el calor... toda la naturaleza ha empezado su introspección, el letargo y la iteración y yo... yo también. Observo mi entusiasmo encogerse, hacerse chiquito poco a poco e invertirse... y observo la certeza de lo inevitable, obviedad... otro invierno se aproxima, si... y lo digo mirando al gris horizonte sin más remedio que aceptarlo, como acepta el roble la estación que ha de pasar, sin juicio alguno.

Aquí estoy, rendida a la estacionalidad... observando en gerundio, igual que siempre pero algo  distinto... porque cada vez es algo distinto... y ese algo que cambia es el sutil acento de la existencia y observarlo... es el aprendizaje vital.

Y aquí estoy  rendida en la aceptación de lo que hay, sin resistencias, sin juicios y sin temor.  Estoy parada en la linea del tiempo y observo como transcurren los hechos, las circunstancias, las nubes y la gente. Siento como muta de nuevo mi concepción del espacio-tiempo y como poco a poco dejo atrás los rizos lejanos de unos bucles interminables, rizados por los augurios, por los miedos y precipitados por la ansiedad y el sueño.

Estoy en mi cama, rendida a la plomiza mañana, oigo a mi hija jugar con el ratón y cae el día frío sobre mis dedos. No rindo silencio a la nostalgia porque escribo, ni pleitesía al “pobre de mi”, porque aunque no lucho me sostengo firme. Si me mantengo en equilibrio aunque estoy escribiendo mi pequeña humanidad de otoño, sintiendo la pereza y la apatía al mismo tiempo. Aquí estoy relajada y rendida, dejándome caer sobre mi propio frio, con mis pieles, en mi cálida cueva, desde montaña austera... y creo que es la primera vez que me rindo a mi ser otoñal... sin embargo por dentro creo que por primera vez sonrío.

Sonrío porque he aceptado por fin que la vida es así, que la realidad es esto, y yo... también.  Sonrío porque me acepto y me quiero a pesar de que mis fuerzas fallen, sonrío porque me sostengo a pesar de que las cosas no vengan por donde espero y me acuno en mi soledad con mis propios brazos. Ahora espero sin más esperanzas vacías, espero entre la certeza de mi raíz el rayito de sol y la brizna de calidez que me devolverá la vida de afuera y me hará rebrotar.

Aquí estoy sonriendo. Confiada. Porque sé que aún ha de llegar más frío en el invierno, aún ha de caer hasta la última esperanza, aún he de quemar hasta el último tronco en la hoguera, habré de soportar hasta lo insoportable el hielo fatuo de la estación del frío, pero me aguanta la certeza del sol que vendrá. 

Si, lo sé,  rebrotaré en la primavera decisiva, y estoy firmemente segura... porque en esta vida, entre estaciones, me siento limpia y tranquila por primera vez.  Tengo el corazón abierto, limpio y transparente por primera vez. Tengo la mente callada, en calma y aliada. Tengo los dedos firmes y sinceros. La mirada atenta y el alma presente. Ya no le tengo miedo al frio, ni al silencio, ni a la soledad, porque son míos y los abrazo igual que abrazo la tristeza, al dolor y al letargo.

Así que aquí estoy... en este otoño plomizo, viendo como el viento arranca mis hojas, como arrastra por el suelo mis pieles muertas, alejando lo que ya no sirve, desplomando lo que no puedo aguantar.  Así estoy, humilde y humana como nunca. Tan real como el vacío.

Sin más que Amor.  Porque eso sí, he descubierto que el Amor es inmutable a las estaciones, a las guerras, a las ausencias. Es capaz de permanecer inalterable ante las luchas, las ofensas, la distancia y el olvido. El amor permanece exacto sin remedio, porque el amor es la única medida absoluta y hace que todo lo demás sea relativo.