Del sueño a la Realidad...

Sueño que me despierto, veo las nubes detrás de los árboles, me levanto y atentamente observo el rostro reflejado en el espejo... preguntándome quién es la que está durmiendo.

lunes, 20 de febrero de 2012

SENTADA AL BORDE DEL TIEMPO




La realidad a pie de calle se sostiene. A ratos, permanezco sentada en el borde del tiempo sabiendo a ciencia cierta, lo errado de memorias que acaba pareciéndome un ensimismamiento, aun así amarro una neurona a la pata izquierda de un banco metálico y caigo por el tirabuzón de algún pensamiento escurridizo, sosteniendo la mirada introvertida en busca de un sentido que no deja de transmutarse.

Segundo a segundo va variando su posición en mis encierros, las piezas del puzzle están desperdigadas por todos lados, pero las fundamentales han sido cosidas a mis párpados con sedal plateado y un rio pedregoso mantiene despiertas mis escuchas, para que no vuelva el sueño embriagado a dormirme lo vital.

Es imposible mirar dos veces lo mismo, a sabiendas dirijo la mirada de nuevo al viejo renovado y me dice con otros labios, que el tiempo ha corrido un paso y si pongo mucha atención casi alcanzo a verle los tobillos.

El verbo también ha cambiado sustancialmente, más contenido y más sujeto hilvanan el mismo tejido de nuevo sobre obsoleto. Van sucediendo las batallas y las apuestas van cinco a uno a favor del presente puro, lo que pudo ser y no fue se está volviendo amarillo, lo que dejé de ganar ha sido rescatado con fondos empíricos, los préstamos y los intereses se cubren con perversos saldos inflexibles.

No todo es etéreo, la materia con el frio se ha solidificado y de tanto altibajo, se me han quedado los dobladillos con rastros de barro, aún así los zapatos insisten en su andadura y recorren los escuetos pasillos de los días de a pie, con el paso corto y el gesto atento.

Me gusta esta realidad de mediodía, sin alas ni pretensiones estrafalarias, sólo un gesto humilde, una sonrisa templada, el sabor de lo imperecedero en las comisuras y un sencillo atuendo; me gusta este sol mediterráneo y su colorido invernal que promete aún ante los peores augurios un puñado de templanzas. La realidad a pie de calle me sostiene.

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