Del sueño a la Realidad...

Sueño que me despierto, veo las nubes detrás de los árboles, me levanto y atentamente observo el rostro reflejado en el espejo... preguntándome quién es la que está durmiendo.

sábado, 17 de noviembre de 2012

RELATIVO.



Hoy el día ha amanecido con un cielo encapotado, una masa gris y difusa dibuja un horizonte metálico, la luz es fría y el despertar ha sido anodino.

El otoño está agarrando con fuerza, el frío se aproxima y la tierra se apelmaza y se endurece. Todo revierte su energía y yo... yo también;  esta mañana he visto varias de mis hojas caídas, mi rostro cubierto de escarcha y mis manos entumecidas.

La energía está invertida, va hacia adentro. Lo observo y lo noto. La savia, el calor... toda la naturaleza ha empezado su introspección, el letargo y la iteración y yo... yo también. Observo mi entusiasmo encogerse, hacerse chiquito poco a poco e invertirse... y observo la certeza de lo inevitable, obviedad... otro invierno se aproxima, si... y lo digo mirando al gris horizonte sin más remedio que aceptarlo, como acepta el roble la estación que ha de pasar, sin juicio alguno.

Aquí estoy, rendida a la estacionalidad... observando en gerundio, igual que siempre pero algo  distinto... porque cada vez es algo distinto... y ese algo que cambia es el sutil acento de la existencia y observarlo... es el aprendizaje vital.

Y aquí estoy  rendida en la aceptación de lo que hay, sin resistencias, sin juicios y sin temor.  Estoy parada en la linea del tiempo y observo como transcurren los hechos, las circunstancias, las nubes y la gente. Siento como muta de nuevo mi concepción del espacio-tiempo y como poco a poco dejo atrás los rizos lejanos de unos bucles interminables, rizados por los augurios, por los miedos y precipitados por la ansiedad y el sueño.

Estoy en mi cama, rendida a la plomiza mañana, oigo a mi hija jugar con el ratón y cae el día frío sobre mis dedos. No rindo silencio a la nostalgia porque escribo, ni pleitesía al “pobre de mi”, porque aunque no lucho me sostengo firme. Si me mantengo en equilibrio aunque estoy escribiendo mi pequeña humanidad de otoño, sintiendo la pereza y la apatía al mismo tiempo. Aquí estoy relajada y rendida, dejándome caer sobre mi propio frio, con mis pieles, en mi cálida cueva, desde montaña austera... y creo que es la primera vez que me rindo a mi ser otoñal... sin embargo por dentro creo que por primera vez sonrío.

Sonrío porque he aceptado por fin que la vida es así, que la realidad es esto, y yo... también.  Sonrío porque me acepto y me quiero a pesar de que mis fuerzas fallen, sonrío porque me sostengo a pesar de que las cosas no vengan por donde espero y me acuno en mi soledad con mis propios brazos. Ahora espero sin más esperanzas vacías, espero entre la certeza de mi raíz el rayito de sol y la brizna de calidez que me devolverá la vida de afuera y me hará rebrotar.

Aquí estoy sonriendo. Confiada. Porque sé que aún ha de llegar más frío en el invierno, aún ha de caer hasta la última esperanza, aún he de quemar hasta el último tronco en la hoguera, habré de soportar hasta lo insoportable el hielo fatuo de la estación del frío, pero me aguanta la certeza del sol que vendrá. 

Si, lo sé,  rebrotaré en la primavera decisiva, y estoy firmemente segura... porque en esta vida, entre estaciones, me siento limpia y tranquila por primera vez.  Tengo el corazón abierto, limpio y transparente por primera vez. Tengo la mente callada, en calma y aliada. Tengo los dedos firmes y sinceros. La mirada atenta y el alma presente. Ya no le tengo miedo al frio, ni al silencio, ni a la soledad, porque son míos y los abrazo igual que abrazo la tristeza, al dolor y al letargo.

Así que aquí estoy... en este otoño plomizo, viendo como el viento arranca mis hojas, como arrastra por el suelo mis pieles muertas, alejando lo que ya no sirve, desplomando lo que no puedo aguantar.  Así estoy, humilde y humana como nunca. Tan real como el vacío.

Sin más que Amor.  Porque eso sí, he descubierto que el Amor es inmutable a las estaciones, a las guerras, a las ausencias. Es capaz de permanecer inalterable ante las luchas, las ofensas, la distancia y el olvido. El amor permanece exacto sin remedio, porque el amor es la única medida absoluta y hace que todo lo demás sea relativo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario