Del sueño a la Realidad...

Sueño que me despierto, veo las nubes detrás de los árboles, me levanto y atentamente observo el rostro reflejado en el espejo... preguntándome quién es la que está durmiendo.

lunes, 5 de septiembre de 2011

LA NAVAJA DE OCHKAM


La navaja de Ockham, principio de parsimonia, es un principio metodológico y filosófico, según el cual cuando dos teorías en igualdad de condiciones tienen las mismas consecuencias, la teoría más simple tiene más probabilidades de ser correcta que la compleja.



Aquí estamos otra vez, los dos solos, sentados frente a frente con un vacío colmado de incertidumbres, un silencio repleto de aforismos y con los labios sellados. La vida corre alrededor, las farolas se han encendido, la gente va arriba y abajo con sus ajetreos, nosotros en cambio estamos aquí sentados revolviendo con desfachatez el café ya frío.

¿Qué hacemos? – me pregunto y me callo.

Yo temo que no sea prudente ahora decirte que te quiero libre, con los ojos brillantes de ilusión, viendo como te desenvuelves con tus cosas y en tus circuitos. Temo que si dijera algo sería demasiado, que cualquier cosa que salga de mis labios engarzará las cuentas de tus grilletes imaginarios y retrocederás hasta los glaciares, el hogar donde encuentras seguridad en tu refugio.

- ¡Tú temes mis arrebatos, cuando sin mediar aviso surgen de mi alma los volcanes y se me incendian las palabras y la razón contaminada me arde. Así que aprieto los tensores que sujetan mis escudos para omitir las causas y dejar que caiga el silencio por su propio peso.

- ¿Qué hacemos? – me pregunto y me callo. Aquí no sirven las palabras, ni las posiciones unilaterales, llegado este punto nada que no vibre vale.

Entonces un escalofrío me recorre, te miro desde el corazón y te veo tan grande que no sé como llegas a meterte en los ocasos. Tienes tanta ternura y a veces, en cambio, estás tan  distante. Eres fuerte y sin embargo estás lleno de heridas. Te veo a la par tan firme y tan volátil.

Tú eres el sueño de mis vigilias, el motor que incendia la pasión que mueve mi vida. El ser que empuja mis conciertos y motiva la sonrisa de mi alma. – (Ya lo tengo).

- Te quiero -suspiro-. ¡Dios cuánto te quiero!

Sonríes con alivio, aprovecho la ráfaga de brisa tibia que se te escapa por la boca  y alzándome sobre la mesa compongo sobre tus labios el mejor de mis besos… y de repente todo se eleva y el aire es puro.

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